El dolor de una despedida
08.12.2024 | ~4 minutos
La vida tiene momentos difíciles que sabemos que van a llegar, pero que en nuestra cultura no solemos registrar qué tan cerca pueden estar. Entre ellos, uno de dolores más grandes por los que todos en algún momento vamos a transitar, es la perdida física de un ser muy querido.
Como había comentado en otra oportunidad, la emoción central en una situación de pérdida es la tristeza, precedida probablemente en mayor o menor medida por la sorpresa y matizada en algunas ocasiones con enojo, ansiedad y culpa, entre otras.
La tristeza viene dada por la materialización de la pérdida, por la certeza del hecho de que no volveremos a ver nuevamente a ese ser que antes habitaba en nuestro día a día, o que al menos teníamos la esperanza de volver a ver en algún otro momento, donde una despedida era simplemente una pausa en la relación para ser retomada luego. Una realidad tan dura que en ocasiones tendemos a negar para así tratar de evitar el dolor que nos provocaría aceptar la nueva realidad (negación).
La ira tiende a formar parte del duelo porque, como bien lo dijo Jorge Bucay en El Cuento de la Tristeza y la Furia, a veces, la tristeza se viste de enojo. En un intento por socavar el dolor, podemos llegar a pensar que bien nosotros pudimos hacer algo para evitar la muerte o el ser que partió pudo haberlo hecho. Incluso Dios (el dios en el que tú creas) no queda bien parado ante esta situación, sobre todo si fue objeto de nuestras súplicas, por lo que a veces la ira puede incluso ir dirigida hacia él.
Lo cual nos lleva al siguiente sentimiento, la culpa. Pero antes, permíteme hacer una distinción entre emoción y sentimiento. Una emoción es una reacción psicofisiológica automática que ocurre como respuesta a un estímulo externo, mientras que un sentimiento es la interpretación consciente y subjetiva de una o varias emociones.
Dicho esto, luego de imaginar los posibles escenarios en los que la situación de perdida pudo haber resultado diferente, aquellos en los que imaginamos que pudimos hacer algo diferente, puesto que no ocurrieron, pueden desencadenar el sentimiento de culpa. Todos los “hubiera”, entran dentro de esta clasificación y en caso de que la religión juegue un papel importante en tu vida, culpar a Dios o guardarle rencor por no haber escuchado tus súplicas, puede terminar generando más culpa.
Otra emoción que pudiera presentarse es el miedo y en particular la ansiedad cuando pensamos en cómo será el futuro sin el ser amado. Su pérdida puede significar un vacío que en el momento quizás no tenemos posibilidades de llenar o no sabemos cómo hacerlo.
Por último, (aunque en realidad sería la primera) mencionaré la sorpresa, en este caso una no muy grata. La muerte suele tomarnos por sorpresa porque como lo mencionaba al principio, por más que seamos conscientes de que algún día llegará y que en ocasiones hay señales que nos indican que está más cerca, el momento exacto es un misterio y aún cuando de algún modo podamos elegirlo, la sensación puede ser predecible, pero la experiencia nunca lo es.
El duelo es un proceso que tiene inicio pero no final, que se va matizando de diferentes emociones y sentimientos a lo largo del tiempo y que en ocasiones, en el mejor de los casos, va espaciándose y atenuándose.
Más adelante profundizaré en el tema del duelo como proceso. Mientras tanto, es importante que hablemos de lo que sentimos, del dolor y la angustia que experimentamos. Aunque nuestra cultura no nos enseña en el día a día cómo acompañar en el duelo, existen profesionales que te podemos ayudar a transitar este tipo de procesos complejos de modo que no sea un camino solitario.
Cuenta conmigo…
Gracias por estar💫